miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿QUÉ HACER? II

Después de mi último artículo, titulado “Silogismos”, algunos amigos me preguntan: ¿Qué es lo que se puede hacer, ante la situación económica, social y política que vivimos? En suma: ¿Qué hacer?
Como vengo manifestando de forma reiterada, y con la justificación que corresponde, mi posición es muy crítica frente a todas los grupos, plataformas o “movimientos sociales”, incluidos los Sindicatos, que, con demasiada frecuencia, surgen en nuestro país: 15M, 25S, Frente cívico, Cumbre social, Toma el Congreso, Democracia real, Convocatoria cívica (una de las de reciente aparición) y un largo etc. (Ver: http://ajgilpadilla.blogspot.com.es/2013/06/de-politicos-profesionales-y-de.html y http://ajgilpadilla.blogspot.com.es/2013/07/nuevas-propuestas-llamadas-al-fracaso.html).
La ineficacia de todas las acciones llevadas a cabo, en muchas de las cuales he participado, está a la vista. En algunos de los casos, el afán de protagonismo parece ser el principal objetivo, y empaña la posible intención de su razón de ser. Sirva de muestra la citada “Convocatoria cívica”, encabezada por Baltasar Garzón, cuya única manifestación ha sido la de reunir en el Ateneo de Madrid a un grupo de incondicionales para leer un manifiesto. Desde ese acto, nunca más se supo.
No es el momento de la improvisación. No soy partidario de hacerlo. Mis manifestaciones se mueven en el terreno de la reflexión, del análisis, del razonamiento, desechando la mera opinión, la conjetura, el disentimiento improvisado o el vano comentario. Por lo general, esas manifestaciones van tomando cuerpo y se consolidan con el paso del tiempo. Un pronóstico solo cabe hacerlo cuando se sustenta sobre un sólido análisis de la realidad, acompañado de la observación de los hechos que apuntan de manera inexorable al final que se infiere. Por eso toda la verborrea de tertulias y tertulianos al uso, no deja de ser más que una forma de distracción de la realidad, llevada a cabo por una panda de ineptos de corto alcance y menguada capacidad intelectual. El poder les utiliza y el pueblo les escucha, aunque, a decir verdad, pierden credibilidad día tras día.

Hace ya un par de años, apuntaba las posibles acciones que cabían en la actual situación. Esto queda recogido en varios documentos o artículos, de los cuales significo los siguientes:  
Hoy día, con unos años trascurridos, sigo pensando lo mismo. Ante la evidente ineficacia (repito) de la multitud de acciones, que con tanto esfuerzo y desgaste personal o profesional se están llevando a cabo, todo apunta a que la mejor postura es la inacción meditada y constructiva, la abstención militante en un sentido amplio, a lo que habría que añadir, como excepción, el contenido de una addenda(*) que más adelante apuntaré. Es necesario explicar bien esto para que la propuesta se entienda como una acción revolucionaria, que es lo que pretendo, y no como una postura cómoda o conservadora.
Señalar que las acciones que se llevan a cabo son ineficaces  es un axioma, por lo que no requiere mayor explicación. Solo basta con observar la realidad. Las acciones o reivindicaciones de otros tiempos carecen de eficacia en la actualidad. Coincido con Susan George en que ha habido lucha de clases, y la hemos perdido. Es por ello que las estrategias ahora han de ser diferentes. Los que tienen el poder refuerzan ese poder cada vez que el pueblo sale a la calle o reivindica mejoras sin éxito, y esto ocurre,  día tras día, porque ya hemos sido derrotados hace bastante tiempo. No nos tienen miedo. En plena “lucha”, allá por la década de los 70, si que lo tenían. Miedo y poder caminan de manera inversa.  El miedo resta poder.
Aunque, las mejoras conseguidas por la lucha (de clases) siempre han ido acompañadas de concesiones de los poderosos porque a ellos les interesaba. Les interesaba convertir a una clase obrera mísera en una sociedad consumidora. El desarrollo tecnológico ha forzado el consumo masivo y, para ello, era imprescindible repartir los beneficios de la productividad e incrementar el poder adquisitivo de las clases trabajadoras. En esa dinámica de necesidad de crecimiento permanente vino el endeudamiento generalizado, hasta llegar al estancamiento actual en el que, como no podía ser de otra manera, se ha producido el derrumbe del “modelo”.
Desde siempre las clases dominantes han ido fraguando el modelo político y la organización social a su conveniencia, manteniendo una discreta estabilidad de la población. Platón  (libro V de la República), citando a Sócrates, decía que los gobernantes “deberían mantener el Estado ideal con la mezcla óptima de habitantes aunque para ello tuvieran que recurrir a la mentira y al engaño”. Este “principio” se ha mantenido a lo largo de la Historia, al menos desde el siglo V anterior a nuestra era. Por eso, dejemos que sean ellos los que nos presenten una nueva forma de vida si es que no quieren ser arrastrados en ese declive universal.
De hecho, la realidad es tozuda y por mucho que se empeñen la historia avanza en ese sentido. Los organismos del propio Estado español, extrapolable a todo el continente, auguran una abstención en las urnas de un 52% (abstención más voto en blanco) para dentro de una década. La juventud cada vez es más incrédula, para beneficio de la especie. El voluntarismo y la inercia de quienes tienen una edad madura permiten que este derrumbe del sistema sea más lento de lo que debiera, alargando el sufrimiento de sectores sociales que, día a día, se van sumando a la escasez, y de nuevo a la miseria.
Porque el sistema no puede subsistir sin la “colaboración” del pueblo, son esas abstenciones que se apuntan en los  escritos, cuyos enlaces hemos señalado anteriormente, las que pueden ser eficaces, y que resumimos a continuación: abstención en las urnas, austeridad (no al consumo compulsivo o innecesario), no dependencia de las entidades crediticias, rechazo a los medios de comunicación y, particularmente, a las retrasmisiones deportivas y a la telebasura. Y en el terreno laboral la búsqueda de una solución personal hasta que lleguemos a la socialización del trabajo.

(*)Addenda: El margen de la marcha general del universalizado sistema de explotación capitalista, en España, en estos momentos, el poder tiene miedo debido a la inseguridad que ofrece el relevo en la Corona. Sería bueno aprovechar este miedo, esta inestabilidad, para reivindicar un modelo político basado en la razón. Sin lugar a dudas, la correlación de fuerzas daría un vuelco significativo como así ocurrió en el año 1931 con la proclamación de la II República. Es esta una baza que no deberíamos desaprovechar.


lunes, 16 de septiembre de 2013

SILOGISMOS (Con algún tipo de licencia filosófica)

Las crisis económicas, por definición, tienen un carácter coyuntural, con principio y final.
Nadie sabe cuándo acabará esta crisis, cuándo llegará el final.
Luego, esto es algo más que una crisis.

El sistema capitalista, a pesar de contar siempre con un “ejército de reserva”, ha permitido, en otros tiempos, que una gran mayoría de la población permaneciera empleada.
El actual nivel de desempleo es desmedido y creciente. Los beneficios del capital se generan al margen de la actividad productiva.
Por tanto, la ocupación laboral es ahora inservible: El sistema que ha funcionado durante décadas está agotado.

El sistema actual está agotado, aquello que ha permanecido, con sus más y sus menos, durante 150 años no da más de sí.
No tenemos repuesto.
El futuro se presenta incierto.

Existe una clase dominante que explota a otra clase dominada.
Existen, como siempre, unos estamentos  privilegiados (políticos, medios de comunicación, deportistas de elite, etc.) que son los mamporreros de la clase dominante.
Existe una clase trabajadora que necesita el salario para subsistir.
No existe lo que el sistema denomina clase media.

La solución a los problemas actuales sería colectivizar la economía, es decir, nacionalizar la producción de bienes y servicios.
El camino que llevamos es el contrario, es decir, el de la privatización.
Los problemas no se solucionarán acorto o medio plazo.

El Gobierno actual nos está hundiendo en la miseria.
Su argumento para permanecer es que le han votado unos cuantos millones.
 Es decir, los gobiernos, sean más o menos corruptos, se legitiman en las urnas.
La solución a nuestros problemas es no votar. Que decidan sobre el futuro los que mandan. ¿Qué otra posibilidad cabe? (ver los tres últimos “silogismos”).

La democracia bien entendida es el gobierno del pueblo.
Los gobiernos actuales defienden los intereses de un reducido número de personas en contra de los intereses populares.
Esta no es nuestra democracia, esto es una oligarquía.

El actual modelo de representación parlamentaria, es una fachada para el mantenimiento de dominación de unos pocos sobre la mayoría.
Nosotros somos mayoría.
Por tanto, estamos dominados por esos pocos.

La ley está hecha para someter, controlar y castigar a las clases populares.
Los ricos, los corruptos y los desclasados quedan fuera de esas mayorías populares.
Luego, los ricos, los corruptos y los desclasados no serán castigados por sus delitos.

Los gobiernos, en un sistema como este, se convierten en el gabinete de gestión de la clase dominante.
Nosotros no somos clase dominante.
Luego, este no es nuestro Gobierno.

Haciendo gala de la más pura contradicción, los políticos se presentan a las elecciones para representar al pueblo soberano, mintiendo u ofreciendo lo que luego no cumplen.
Cuando son elegidos se olvidan de las promesas y se convierten en un bloque aislado y privilegiado.
Por tanto, es mentira que sean nuestros representantes.

Nacen un sin fin de movimientos sociales.
Su ineficacia es manifiesta.
Desistir de ellos e intentar llevar a cabo otro tipo de medidas.

La ineptitud intelectual lleva a confundir lo deseable con lo posible.
Lo posible está limitado por la ignorancia o la ingenuidad.
Seamos realistas y luchemos con las armas disponibles.

Las acciones y las protestas que hoy día se llevan a cabo, protagonizadas por esos movimientos sociales a los hacemos referencia, no son eficaces.
Los poderosos se burlan de ellas y refuerzan su poder.
Luego, habrá que buscar nuevas fórmulas y nuevas acciones más eficaces (repito).



martes, 3 de septiembre de 2013

EL CASO CHACÓN Y LA CLASE POLÍTICA

Aunque no soy amigo de tratar hechos puntuales o casos particulares, sírvame el “caso Chacón”, el de su deserción,  para abordar, con carácter general, el asunto de la clase política que padecemos en este país. Hechos como este al que nos referimos aquí pasan desapercibidos para el gran público, adquiriendo la categoría de normal, cuando son de una gravedad espantosa porque el protagonista, en este caso la diputada, antepone sus intereses personales a los del colectivo que la han votado. La falta de sensibilidad para juzgar situaciones como estas son las que dan lugar a que las urnas se llenen cada vez que, periódicamente, nos llaman a arrebato, aunque, bien es cierto, que cada vez la abstención es mayor.
 .
Una mujer ambiciosa en demasía la tal Chacón. Quiso ser la lideresa socialista hace algún tiempo, pero la jugada no le salió como creía. Desde entonces se ha convertido en mosca “cojonera” de su partido. Sus dirigentes sabrán por qué se lo permiten. Ya tienen antecedentes de otra que creó y financió su propia organización con el sueldo que cobraba como eurodiputada del PSOE. Entonces no hicieron nada, mucho me temo que ahora tampoco lo harán. La debilidad de esa fuerza política, junto a la desidia de sus dirigentes, les convierten a estos en mansos que se limitan a llevar a cabo una débil oposición de una corrupta organización política que actúa como partido único, en evidente correspondencia con su extracción o linaje fascista, herencia de la dictadura franquista. Por otro lado, se protegen a ellos mismos y a todas las podridas instituciones con las que nos manipulan y nos engañan, riéndose con ello de la población.
La diputada viajera no se conforma con ser una parlamentaria del montón. No ha entendido cuál debe ser el papel de una representante del pueblo, de esos que la eligieron para que defendiera los intereses de sus electores y los valores de la izquierda en la que se supuestamente (que ya es suponer) está encuadrada. Esta actitud de la diputada nos hace temblar: ¿será extrapolable su comportamiento a todos esos “padres de la patria”? En realidad, esto es una pregunta retórica que, por su propia naturaleza, lleva implícita la respuesta: a mí no me cabe la menor duda de que es así, de que ese grupo privilegiado vive de espaldas a los que les han votado.
A pesar de la repercusión mediática, puede que el hecho no tenga la menor trascendencia para una sociedad que práctica de oficio la indiferencia. Para aquellos que ponemos algo de interés en analizar o, al menos, observar los acontecimientos que tienen lugar en la cuestión política, la situación queda meridianamente clara: esta señora se aburre en el Parlamento, se resiste a ser un simple número que pulsa el botón cuando el portavoz de su grupo levanta uno o dos dedos. En consecuencia, se marcha a Miami a ganar dinero en una universidad de tercera. Todo esto encierra un personalismo aterrador. ¡Como para confiar en estos políticos de tres al cuarto!
Pero ella nos amenaza con volver. “Cuando mi partido emprenda la renovación que necesita, ahí estaré yo como salvadora de todos los males que nos aquejan”. Parece insinuar. Pobre diabla. Si los que tienen que arreglar la penosa situación que nos aqueja son todos como tú, Chacón, vamos listos.
Ahora que estamos desgobernados, que los del PP sólo piensan en salvar el pellejo, en salirse del lodazal que ellos mismos han creado, y en el que se hayan inmersos hasta las cejas, ahora es cuando se necesitan grupos políticos fuertes que ofrezcan algo mejor, que orienten a una sociedad perdida, confundida, desprotegida. Pero no hay nadie que reúna las mínimas condiciones. Su única tarea, la de los demás grupos, es la de acusar al PP de esas miserias en las que se encuentra enredado, pero con la prudencia necesaria como para que a ellos no les salpique. Nada de propuestas, nada de alternativas. Ahora que hay un tremendo vacío, ahora que la ciudadanía se siente huérfana...

Claro que si todos son como la Chacón, que huye de manera irresponsable, estamos apañados. Los de abajo no tenemos otra eficaz opción que renunciar a este modelo, de abandonar la rutina, la práctica electoral. Despertar de la mentira en la que estamos imbuidos. No es obligatorio votar, ni tan siquiera responsable. Los votos del pueblo sólo sirven para mantener a una casta, a una manada de vagos, de egoístas, de gentuza. A las pruebas me remito. Ya son muchas las voces que denuncian este tipo lisiado de democracia. Somos muchos los que hemos descubierto que la política es una tapadera del poder real. Hay quien lo sabe desde hace bastante tiempo. A cambio, a esos peleles se les premia con las migajas que caen del mantel del poderoso mediante la posibilidad de corromperse. Esta práctica les ha servido durante mucho tiempo, pero ya no hay manera de frenar el deterioro de una política de tapadillo, cuyos ineptos agentes cada día que pasa son menos creíbles. Sus mentiras y su demagogia son cada vez menos eficaces.