jueves, 5 de abril de 2012

¿VENDRÁN TIEMPOS MEJORES?

El otro día me crucé con J.L. Sampedro en la calle Andrés Mellado de Madrid. Estuve a punto de abordarle para preguntarle ¿por qué no nos creen cuando decimos que esto no es una simple crisis, que estamos en el final de un sistema que ha funcionado durante unos 500 años?. Pero la prudencia y los buenos modales hicieron que reprimiera ese primer impulso. Quería hablar con el ilustre pensador porque lleva bastante tiempo anunciando que esto es el final del capitalismo. Estas eran sus palabras en el año 2010: “en este momento estamos en la descomposición del capitalismo hacia una situación de barbarie”, y comparaba la época actual con “lo que en su día le pasó a Roma”.
Pero los políticos, con el ánimo de seguir viviendo de este cuento, y los medios de comunicación, con el de seguir sobreviviendo con la manipulación y el engaño, han acuñado, de forma interesada, el término "crisis", convirtiéndolo en el "cajón de sastre" donde domina la confusión. Y de ahí no hay quien les saque. La palabra se ha "estandarizado", y no hay quien se prive de pronunciarla cada vez que hay que poner alguna excusa o justificar cualquier situación.
He rebuscado en los escritos y las entrevistas de Sampedro, pero no he encontrado las razones que él pudiera aducir para pronunciarse con tanta contundencia e insistencia en que esto es el final del capitalismo.
Las verdaderas razones las encuentro, como en tantas ocasiones, en K. Marx. En un artículo anterior, que titulé con el nombre de "Un sistema agotado" (http://www.nuevatribuna.es/opinion/antonio-jose-gil-padilla/2011-07-17/un-sistema-agotado/2011071712581600123.html), decía:  "El pensamiento de K. Marx se hace hoy más vigente que nunca cuando pronosticaba que, a largo plazo, el sistema capitalista desaparecería debido a su tendencia a acumular la riqueza en unas pocas manos, lo que provocaría crecientes crisis debidas al exceso de oferta y a un progresivo aumento del desempleo. Para Marx, la contradicción entre los adelantos tecnológicos, y el consiguiente aumento de la eficacia productiva, y la reducción del poder adquisitivo, que impedirá adquirir las cantidades adicionales de productos, será la causa del hundimiento del capitalismo. Marx no preveía la aparición de lacras tales como la corrupción, la especulación y la masiva evasión de impuestos, tal vez porque nunca pensó en las dimensiones que podría adquirir el capital acumulado, ni en la abultada burocracia política de los actuales estados “democráticos”. Tampoco podía suponer entonces que el enorme desarrollo tecnológico, y el derroche energético, provocarían un deterioro tan bestial del medio natural".

Pedro Olalla nos informa periódicamente de la situación en Grecia. Nos cuenta "un caso más" (http://www.pedroolalla.com/index.php/es/blog) en el que observamos cómo los trabajadores cualificados están dispuestos a realizar tareas de nivel inferior por bajos salarios. Hoy en mi "tele", una señora griega, jubilada, decía que cobraba 400 € de pensión, pero cuando ha ido este mes a cobrar le han dado sólo 150 €.
Aquí, de momento, amplios sectores se permiten viajar en estas minivacaciones. 14 millones de desplazamientos anuncian que se producirán en estos días. Esconder la cabeza bajo el ala es un recurso que se hace más vigente en aquellas situaciones que no se asimilan o que amenazan con tiempos peores. Tal vez sería más consciente aplicar otro dicho: "cuando las barbas de tu vecina veas pelar echa las tuyas a remojar", aplicable a lo que ocurre en Grecia, y también a lo que pasa aquí con todos esos conciudadanos que lo están pasando tan mal. 
¿Vendrán tiempos mejores?. Por el camino que vamos parece difícil. Esta "crisis" de la que nos hablan no parece tener final, lo que la descalifica como algo netamente coyuntural. Las fechas en las que esos "ineptos" (con el reconocimiento oficial de expertos) auguran su final son del todo resbaladizas; antes hablaban del 2013, más tarde decían que todo acabaría en el 2015, ahora oigo hablar del 2022, lo que nos hace pensar que todo es improvisación. Yo pienso que ni los mismos políticos entienden eso de que la cosa se arreglará reduciendo el déficit a base de recortes y subidas de impuestos con consecuencias negativas para los más débiles, pero esas son las medidas que les mandan aplicar desde instancias superiores, es decir, desde el poder económico y desde las instituciones internacionales que defienden sus intereses.
¿Qué tendrá que ocurrir para que la sociedad pase de la inacción y la indiferencia a la protesta y a la rebeldía?. Tal vez peque yo aquí de ingenuo, pero no veo otra salida que la de recurrir a la "ciencia de la historia" para inferir una vida futura que dé al traste con esta agónica situación. En aplicación de la  "ley  de la correlación de fuerzas", cuando una de las partes se siente en superioridad de condiciones abusa hasta el extremo al ver a la otra tan débil. Esto adquiere una dinámica a modo de espiral: más debilidad en los de abajo, más presión de los de arriba, como está ocurriendo ahora. Pero llegado el extremo, a la parte débil, por muy depauperada que se encuentre, no le quedará más remedio  que reaccionar, pero para que la cosa llegue a buen fin es necesario que haya algún agente que organice la revuelta, en caso de ausencia, la agitación social sólo puede convertirse en confusión y desorden. ¿Seremos capaces de organizarnos para luchar por una nueva y futura etapa de justicia e igualdad?.

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