martes, 5 de noviembre de 2013

INMADUREZ

Hace poco tiempo, sin ningún tipo de reparos, daban la noticia en la radio “pública” de las personas más ricas de España, información que con el mismo tono han repetido hasta la saciedad en otras cadenas de radio y TV. Una noticia improcedente en una sociedad en la que hay más penurias que alegrías. Una indecencia. Ese tipo de noticias, en las que se enaltece al poderoso, son un ataque al pudor, a la ética e, incluso, a la estética en una sociedad agobiada, y cada vez más pobre; sin embargo, los medios lo anuncian hasta con entusiasmo, sin reparar en el agravio comparativo de los acaudalados con el resto de la humanidad. Por si la información no fuera por sí misma un escándalo, los acompañantes de la locutora bromeaban con el dato, señalando que ellos no llegarían nunca a tener esos 300 millones, límite inferior de los ricos seleccionados, dedicándose a esas labores de tertulianos. La noticia para mí es indignante, supongo que para muchos más, pero a ellos, por sus comentarios, les parecía normal hasta provocar, incluso, hilaridad. ¡Qué risa!, ¡que divertido!, cómo son estos ricos, ¡qué simpáticos! Estos son los sentimientos y los comentarios que les suscitaba tal aberración: la de tener más de 300 millones o más, muchos más. La noticia, como digo, ha estado rulando por todas las cadenas. Otros, bobos todos ellos, jugaban con los datos: la fortuna de fulano supera la suma de los diez siguientes, o alguna estupidez parecida. Penoso. Todo esto sitúa al dinero en el centro del huracán. El dinero se convierte en el manto púrpura que otorga poder, y todo aquel que tiene alguna posibilidad, sea cual sea la artimaña  a utilizar, intenta acaparar cuanto más mejor (para él).
La noticia para el gran público es intranscendente, imagino; a lo sumo, puede provocar rabia o rechazo a tal provocación, como a mi me pasa. La situación económica de la mayoría está a años luz de esos patrimonios de los más ricos. Para aquellas “castas privilegiadas” la enorme riqueza de unos cuantos puede que se convierta en un referente. Parece algo instintivo de esta especie nuestra eso de mirar sólo al de arriba con el ánimo de alcanzar algún día ese “pedestal” en el que se encuentran los económicamente más poderosos.
La desigualdad, junto a otras lacras, aparece como una constante en la historia. La desigualdad, como tal atávico defecto, parece imposible que sea superada a corto o medio plazo. Por el contrario, la actual forma de vida la potencia, siendo alimentada por otros contravalores propios del actual sistema como son la envidia, el egoísmo, la insolidaridad, el miedo, la inseguridad y la indiferencia.
Cuando se analiza, se discute o, sencillamente, se comenta el asunto de la riqueza privada, el análisis, la reflexión, la discusión o el comentario se suele quedar en la ambición, en la codicia, como causa final de quienes han llegado a poseer grandes fortunas. A lo sumo, se llega a referir las trampas y el juego sucio que se pone en práctica para seguir y seguir enriqueciéndose.
Sin embargo, la codicia es el resultado de una sucesión de causas que enraízan en la propia naturaleza de nuestra especie. Esa codicia, ese afán de enriquecimiento, surge del miedo y de la inseguridad que nace de la pobreza humana que, a su vez, es fruto de la inmadurez intelectual. En orden inverso, la sucesión, de origen a final, es la siguiente: inmadurez intelectual-pobreza humana-miedo e inseguridad-codicia.
Por desgracia la inmadurez, por unos u otros motivos, alcanza a amplias capas  de la sociedad. Estos son algunos rasgos:
Inmadurez de los “arriba” por manifestar ese afán de enriquecimiento sin poner límites, inmadurez de las clases más o menos “acomodadas” por imitar a los que más tiene, inmadurez de las clases más oprimidas por no ser capaces de luchar, cuando las circunstancias lo permiten, para subvertir el sistema en el que esos sectores son los perdedores; inmadurez por no haber mantenido los logros alcanzados en algún momento; inmadurez por aceptar y adoptar los esquemas y la ideología de las clases dominantes, y por dejarse embaucar por los poderosos a través de los políticos y los medios de comunicación. Inmadurez, en suma, de la sociedad en su conjunto por estar como estamos, cuando cabría la posibilidad de vivir y convivir con arreglo a los dictados de unos determinados valores, descubiertos hace ya bastante tiempo, cuya puesta en práctica nos haría de verdad humanos y, por otro lado, de mantener la conveniente armonía con el entorno natural. http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico, Preámbulo).
En el sistema que sufrimos, el sistema capitalista, dinero y poder, como ya hemos señalado, van de la mano. Es más poderoso el que más dinero tiene. Luego, por extensión, aparecen otros tipos de poder, a veces pírrico. Particularmente, en este país nuestro, todo aquel que tiene cierta capacidad de decidir se siente en posesión de un determinado poder con el ánimo de significarse o de distinguirse, haciendo gala de la indiferencia o del desprecio. En general, todo aquel que tiene poder, por pequeño que sea, lo ejerce, sin que sean conscientes de sus limitaciones, porque el ejercicio del poder personal y la madurez  intelectual se encuentran en relación inversa.
Si, tal como hemos apuntado, la ambición y la codicia, son la última consecuencia de una manifiesta inmadurez intelectual, hay que ponerse a temblar porque estamos en manos de los más incapaces para avanzar hacia un mundo más justo, más humano y más racional.

En consecuencia, no deberíamos ser demasiado optimistas de cara a superar las enormes desigualdades entre unos y otros. Pienso que estamos a mucha distancia en el tiempo para que se dirima, incluso, la posibilidad de un reparto más equitativo de la riqueza de los países. Por delante está la superación del maltrato animal, del respeto al medio ambiente, del abandono de hábitos insalubres y otros tantos defectos conductuales de nuestra especie. Todo ello se encuentra en vías de resolverse en estos tiempos que corren, pero la cosa no da para más. Y bien que lo siento por aquellas y aquellos que sienten el deseo de vivir de acuerdo a otros parámetros y se esfuerzan para ello.

2 comentarios:

  1. Al margen del contenido de este artículo queda la manifiesta inmadurez que tiene como resultado las creencias religiosas, la corrupción u otros muchas miserias. En cualquier caso, las causas son las mismas, y el proceso mediante el cual se desemboca en estos tipos de lacras también es el mismo que hemos descrito en el Post.

    ResponderEliminar
  2. También quedan al margen del contenido la inmadurez supina de acomplejados, políticos-marioneta y nefastos expresidentes que necesitan que les sigan "dorando la píldora" para lo cual escriben ridículos libros con su vida o crean fundaciones para exhibir su persona, aunque a veces se parezcan más a lechones bien cebados que a personas inteligentes que se saben administrar en cuestiones tan básicas como la alimentación.

    ResponderEliminar