domingo, 13 de octubre de 2019

EL ESTADO DE LA CUESTIÓN


El otro día, después de una interesante conversación, me preguntaba una amiga: ¿qué podemos hacer en la actual situación? A través de una de estas redes de uso masivo, yo le respondí de inmediato: “la solución es sobrevivir como se pueda, perder miedos, escapar de la mentira y mantener, éticamente, un comportamiento correcto con el prójimo, y si es posible, huir de la sumisión y buscar la conexión con los demás a través del amor, en sentido amplio, única pasión que, en palabras de Eric Fromm, permite mantener la integridad y la independencia”. No es esta la única vez que me lo preguntan, y que me lo pregunto a mí mismo. Ilustres, en tiempos atrás, y en otras circunstancias, ya se hicieron la misma pregunta. Tal vez, a pesar de trascurrido el tiempo, la condición mental, inherente a la especie, no haya variado un ápice.

Muchas veces, por precaución o por miedo, algunos no quieran quitarse la venda para ver la realidad en la que nos movemos, aunque, en la mayor parte de los casos, es la indiferencia o la incapacidad la que impide comprobarlo. 

Las historia nos ha prestado, en determinadas zonas del mundo, algunos momentos de alegría, de un relativo bienestar o de esperanza, pero, por lo general, la vida ha sido un tormento para la inmensa población de este planeta. Cada época, o cada etapa, se ha caracterizado socialmente por una serie de variables, aunque, siempre, en un marco de desigualdad, a veces marcada por la crueldad. Lejos de abordar el tema de manera amplia, intentaremos caracterizar el momento actual, en países como el nuestro, recurriendo en algunos casos a esto que tenemos aquí mismo, en nuestro entorno más próximo.
Las notas dominantes de estos tiempos -posteriores a la etapa del creciente desarrollo industrial, basado en el empleo masivo, y posterior declive del sistema productivo- son la inestabilidad y la artificialidad, marcadas por el temor generalizado. lo que está determinando las relaciones sociales. Se están forzando tanto las formas de convivencia que parece haberse convertido esto en un mundo irreal, una ficción en donde vamos de sobresalto en sobresalto, reales o inventados.

Heredado de nuestro origen irracional, es el binomio Poder-sumisión (o dependencia incondicional) la norma básica de funcionamiento social. El hecho de dominar es aún necesario para la subsistencia, dando lugar a un subgrupo que controla todas las dimensiones, y dirige la marcha de los demás grupos, habiendo creado un conjunto de instrumentos de represión y manipulación. El poder se asocia en esta época a la posesión de riqueza. A más dinero más poder y control sobre los demás. Por eso, se establecen relaciones (ranking) de individuos en función de su riqueza, relaciones que son asumidas por las mayorías y sus componentes admirados y venerados. Admitida esa absurda acumulación  nos encontramos con individuos con miles de millones de euros o dólares, cuando lo necesario para sobrevivir con exceso ese limitado periodo por el que pasamos por este terruño. Los reyes egipcios yacían en sus tumbas con sus riquezas. Tal vez ahora, el subconsciente les traiciona y en ellos anide la irreal idea de la transcendencia y la de sus posesiones.

Son los fundamentales instrumentos, en las diferentes esferas terrenas,  en manos de esa clase dominante, a la que se le conoce también como oligarquía o plutocracia, la política, los medios de comunicación, los “intelectuales” de oficio y los diferentes credos religiosos. Apoyados en ese bajo estadio de desarrollo intelectual de las mayorías, es la mentira y la represión las principales herramientas empleadas para manipular y contenerles.
El miedo es un sentimiento generalizado. Por una parte, el pueblo llano lo siente debido a todo el peso de las leyes y las normas impuestas. Los de arriba tienen el miedo a perder su situación y privilegios. Es por eso que son contundentes y se sobrepasan en ese ejercicio del poder a través de esos instrumentos y esas herramientas. A día de hoy hay que reconocer el éxito de su labor. La sumisión y la obediencia impiden cualquier tipo de rebeldía, de contestación, en unas sociedades injustas y clasistas. Una alternativa a un sistema que nos arrastra a todos, ricos y pobres, hacia no sabemos dónde, lo que nos sitúa en el marco de la incertidumbre, dando lugar al desasosiego permanente.

El juego político es, como hemos dicho, uno de los más importantes instrumentos que el poder utiliza para mantener el estado actual de dominio, pero, como varias veces hemos señalado, el actual modelo está en crisis. Sin ir más lejos aquí, en este país, se van a celebrar cuatro elecciones generales en cuatro años.
Da lo mismo que el Gobierno lo forme quien lo forme, es decir, una formación de lo que se conoce como izquierda o lo que se llama derecha. A la oligarquía le da lo mismo porque la correlación de fuerzas sigue igual, porque lo de izquierda-derecha es una ficción, un engaña bobos. Cada vez hay más gente que se aleja de este juego, pero sigue habiendo la suficiente participación como para que el juego continúe. No existe alternativa al actual sistema. “Cuando las distintas opciones políticas no ofrecen modelos sociales y económicos claramente diferentes, no constituyen alternativas válidas. Cuando esas opciones, abierta o subrepticiamente, asumen el mismo sistema económico y la misma organización social, y se soportan sobre ellos, se burlan de los ciudadanos, abusan de su ignorancia (generada intencionadamente), vacían de contenido cualquier atisbo de auténtica democracia y convierten la política en un simple mercado” (Blog, “Cambio de rumbo”, octubre de 2012).
La política, controlada por la clase dominante, se ha convertido, tal vez haya sido así siempre, en un negocio para sus agentes con el apoyo de una sociedad obediente y disciplinada que se sienten obligados porque les han convencido que son protagonistas, simplemente, por su voto. Ser político en una situación laboral como la actual es un “chollo”. Una ocupación muy ventajosa, bien remunerada y sin exigencias, ni esfuerzos físicos o mentales.

Si todo el tinglado político no fuera suficiente para enajenar y contener a la ciudadanía, ahí están los medios de comunicación como pieza clave de la intoxicación. Ante una situación que hasta el propio poder considera tremendamente injusta y, por lo tanto, inestable, extreman las programaciones de las cadenas de Televisión que actúan de manera subliminar para atemorizar a los televidentes. Si se observan detenidamente los informativos se comprobará que se han convertido en noticieros de sucesos, incorporándose a la TV basura. El medio ambiente, el maltrato y asuntos semejantes ocupan la mayor parte de la programación. La meta es agobiar y distraer. Para distraernos de la cruda realidad. El juego político, la TV basura y los deportes son técnicas de distracción. Me atrevería a decir que aquí, en este país, el asunto catalán forma parte de todo ese enredo de la distracción.
La oligarquía, como digo, sabe que la situación es injusta, pero la dinámica del sistema capitalista no puede cambiar de rumbo. El objetivo es la obtención de beneficio de cualquier manera y de la forma más rápida posible.

Por su parte, la sociedad está afectada por la presión que la clase dominante ejerce sobre sus individuos. En consecuencia, a lo largo del tiempo se ha pasado del pensamiento único, dirigido por el poder, al pensamiento nulo. La táctica ha consistido en destruir el pensamiento. De esta manera los comportamientos están basados en la indiferencia, el individualismo, la incomunicación y el conformismo. Los resultados electorales no coinciden con los intereses de los diferentes grupos sociales. Los resultados son fruto de la mentira y de la ignorancia. Incluso ha triunfado el centro como opción política, y muchos se lo creen.
Han conseguido una sociedad zombi, lo que no es bueno para el propio poder. En términos vulgares: “se les ha ido de las manos”. Por lo tanto, de los grupos sociales más oprimidos no cabe rebelión alguna. Por otra parte, no existe grupo político o movimiento social que pueda convertirse en vanguardia que propicie la trasformación del sistema.
Por supuesto, el cambio desde dentro es imposible por su propia dinámica basada, como ya hemos señalado, en la obtención progresiva de beneficio. Por lo tanto, la actual situación nos avoca a un futuro incierto.

Podemos concluir en que la especie no es capaz de vivir de otra manera. Por lo tanto, me remito a las indicaciones del inicio de este escrito.
No obstante, termino señalando una serie de actuaciones pacíficas que serían las que podrían hacer tambalear el modelo, aunque estoy seguro que, hoy por hoy, no seremos muchos los que estemos convencidos de llevarlas a cabo:

-En lo económico: reducir el consumo, eliminar el superfluo o innecesario, reducir el gasto energético, vivir con austeridad; limitar la dependencia crediticia y la concurrencia a los bancos; denunciar las grandes fortunas y los desmedidos ingresos de famosos: deportistas, actores, etc.

-En lo político: huir de las actuales formaciones políticas; la mejor forma de combatir la actual pseudodemocracia es la abstención. Los posibles logros están, ahora, en función de la presión electoral, mejor dicho de la ausencia de participación en este juego. No dependen de los cambios de Gobierno, ni de las acciones colectivas que fueron eficaces en otros tiempos.

-En cuanto a los medios de comunicación: boicot a los medios, y en particular a la telebasura (que son todos los canales); boicot a las retransmisiones deportivas, y particularmente al fútbol.


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