miércoles, 9 de mayo de 2012

ENCUENTROS O DESENCUENTROS EN LA QUINTA FASE


Por nuestra cuenta, aunque no nos faltan razones para ello, hemos establecido cuatro fases previas a lo que puede suceder a corto plazo, o a lo que ya, de alguna forma, estamos viviendo. En un artículo anterior (http://www.nuevatribuna.es/opinion/antonio-jose-gil-padilla/2011-06-12/evolucion-del-capital-y-conflictos-sociales/2011061218101200127.html) decíamos que la evolución del capital ha pasado por cuatro etapas, a las que de forma esquemática denominábamos: Plusvalía, consumismo, deuda privada y deuda pública. En cada una de ellas, el propósito casi exclusivo es el de la obtención de beneficio individual rápido. Las diferentes etapas han sido marcadas fundamentalmente por la evolución del poder económico.
La, por entonces, burguesía naciente, con un potencial económico considerable, fue maquinando un modelo político que le diera cobertura. Por este motivo, el poder político siempre ha estado y estará sometido al poder económico que es el poder real, salvo en el hipotético caso de un sistema de economía estatalizada donde ambos poderes se confundieran. A lo largo de la Ilustración se fue fraguando ese modelo basado inicialmente en el Concepto Racional Normativo que dio pie a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, porque el nuevo sistema económico necesitaba hombres que se sintieran libres, a diferencia de la dependencia del plebeyo o del esclavo.
El actual modelo "democrático", a pesar de estar configurado para establecer una  clasificación social, adquirió credibilidad entre las capas populares. Por una parte, era una alternativa a los modelos autoritarios de comienzo del siglo XX; por otra, los políticos, por lo general, solían ser gentes ilustradas, lo que les concedía credibilidad entre las masas. A finales del siglo anterior se inicia un proceso de descrédito de los partidos políticos y de sus dirigentes. Berlinguer como líder comunista o Miterrant como representante de la Socialdemocracia marcan el final de una etapa de políticos comprometidos o de cierto calado intelectual. Ahora nos encontramos con peleles como este que nos gobierna en España que en una misma frase dice una cosa y la contraria: “No subiré el IVA, pero si tengo que hacerlo lo haré”. En Alemania una mujer de corte hitleriano se empeña torpemente en arruinar las vidas de la clase trabajadora de toda Europa. Los gobernantes son eliminados a pesar de haber vencido en elecciones “democráticas”, es el caso de Berlusconi y Papandreu. En Francia pierde un acomplejado y gana un funcionario del Partido Socialista. En Grecia el reparto de escaños hace de aquello un país ingobernable. Tanto en Grecia como en Francia la extrema derecha se convierte en una fuerza política a tener en cuenta. El modelo político, pues, vemos como sufre un deterioro galopante. Una parte importante de los individuos de sociedades como la nuestra aún participa, votando a los que antes eran oposición para que pierdan los que antes gobernaban, es decir, que se vota a la contra. En nuestro país, un tanto peculiar, el PP mantiene una franja del electorado que vota incondicionalmente por ideología, porque en ese partido está incluida la extrema derecha, y, además, porque mantiene una estrecha relación con la Iglesia católica, herencia adquirida de la Dictadura.
Si nos fijamos, a la vez que el sistema de explotación capitalista se agota, dando lugar a una etapa, que pienso es de transición, las superestructuras que lo sostiene también han entrado en un proceso de descomposición. En estos momentos tan inciertos, la situación económica camina al margen de la organización política, es decir, ese modelo “democrático” ya no les hace falta para mantener la “paz social”, aunque los gobiernos de turno hacen todo lo posible para contentar a los de arriba.
En esta situación de caos ya da igual hacer o decir lo que se quiera, se ha perdido esa prudencia de los poderosos para preservar su poder, su posición o su riqueza. Hoy día se puede decir sin miedo que un tipo se ha jubilado con una indemnización de 54 millones de euros y que, además sigue activo dirigiendo otra entidad financiera distinta. Esa vacuna a la que me refiero en otros artículos, nos ha inmunizado, la sociedad está preparada para todo lo que se nos venga encima. Pero este estado de cosas tiene un peligro para los desaforados, para los ambiciosos. En algún momento, pienso yo, la calma, esa paz social que nos ha mantenido mansos durante tanto tiempo, se puede romper, porque los acontecimientos se desencadenan a tal velocidad que cada vez son más los sectores que pasan al terreno de la exclusión. La ausencia de organizaciones políticas que canalicen un proceso de cambio hará que la reacción, de producirse, sea desordenada. Una juventud sin futuro, un paro galopante, una clase trabajadora asfixiada y depauperada y unas pensiones de miseria frente a la acumulación de la riqueza en unos cuantos tiene que  desembocar, antes o después, en algún tipo de reacción. Las guerras con armamento hoy día no son viables porque el mundo quedaría hecho un solar en el que no cabría la subsistencia de nadie, por eso la guerra actual es una guerra económica, una acción del poder para eliminarnos por la vía de la pobreza, pero deberían tener presente que en una guerra siempre hay dos bandos que tarde o temprano entrarán en juego. Los poderosos deberían tener en cuenta que también son mortales, vulnerables a la acción de justicia de los que les sirven o de aquellos de quienes se aprovechan  sin pudor.
A los ricos, a los ambiciosos, a los que muestran ese desmedido afán de enriquecimiento no les queda mucho más margen de maniobra en el marco de este sistema porque han quemado todas las etapas posibles. El mercado del dinero que ahora funciona  no puede consolidarse, no es viable en un mundo de más de 7.000 millones de habitantes.
En consecuencia, a mi entender, sólo quedan dos posibles salidas de esta situación de transición. La primera, a imagen de los que ocurre ya en ciertas zonas del planeta, se materializaría en la desaparición de lo que se conoce como clase media, dando lugar a la bipolarización de clases. Por un lado una clase pudiente con un alto nivel de consumo, de un consumo sofisticado de productos fabricados en esos nuevos países de economía emergente; por otro, unos amplios sectores depauperados, sin capacidad adquisitiva para sobrevivir con un mínimo de dignidad. En estas circunstancias no es necesaria una estructura política al estilo de lo que tenemos ahora, el modelo “democrático” sería innecesario. El orden social se mantendrá a basa de un aparato represor potente pagado por los de esas clases privilegiadas. En este caso los posibles brotes de violencia, por insignificantes, serían sofocados sin consecuencias para los de arriba.
 La segunda posibilidad, la que gran parte de la sociedad desearíamos, sería consecuencia del abandono de actos inocuos como las manifestaciones pacíficas, las huelgas insustanciales y demás acciones al uso, por actos que de verdad dañen a los que ahora se empeñan en someternos a toda costa, es decir, perder el temor para meter miedo a los de arriba. De alguna forma, debido a la inseguridad, a la inestabilidad y al desasosiego ya se ha iniciado  una cierta la agitación social que irá en aumento. Si esa agitación social se potencia y se canaliza podría dar lugar a un cambio a favor de los menos privilegiados. Si se fuera capaz de llegar a tiempo se podría parar este proceso de desatinos y de abusos. Para ello, sería necesario un rechazo generalizado del modelo político actual, aprovechando el camino de descrédito que él mismo ha emprendido,  elegir a unos verdaderos representantes del pueblo cuyo ideario se basara en la igualdad y en la solidaridad y reaccionar ante unos medios de comunicación alienantes.
En nuestras manos está. Si dejamos que esto continúe, retrocederemos en el tiempo, aterrizando en un sistema de corte estamental. Por el contrario, si fuéramos capaces de reaccionar, enfrentándonos con eficacia a la situación que sufrimos, podríamos caminar hacia una verdadera democracia del pueblo y para el pueblo.
Que el propio  lector valore cuál de las dos opciones tiene ahora más posibilidades.

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