lunes, 28 de mayo de 2012

DE CÓMO EL SISTEMA CREA FENÓMENOS QUE ADQUIREN VIDA PROPIA



Algunos hablamos con frecuencia de aquellos que controlan el sistema, que nos controlan, y no nos faltan razones para hacerlo, pero hay algo más que se nos escapa, que se les escapa, incluso, a esos que nos controlan.

El otro día me convocó el director de la agencia bancaria donde tengo la cuenta corriente. Reconozco que no sé muy bien lo que quería, tal vez le hayan dado alguna consigna para que nos “líen”, y nos intenten vender algo a los sufridos clientes que no tenemos más remedio que mantener una cuenta en los bancos por aquello de que las nóminas y todos los pagos están domiciliados. El caso es que en esa conversación que mantuvimos, en la que inevitablemente hablamos de la actual situación económica, llegamos a la conclusión compartida de que el sistema crea fenómenos  que se le vuelven en su contra. Es como que adquieren vida propia, de manera que, como decimos, escapan al control, incluso, de los que ostentan el poder.
Hace unos años ya lo apuntaba en uno de mis libros con el título “En los límites de la irracionalidad" (http://www.bubok.es/libros/193055/EN-LOS-LIMITES-DE-LA-IRRACIONALIDAD-analisis-del-actual-sistema-socioeconomico). Decía lo siguiente: Hemos intentado dibujar de manera global lo que hoy acontece en este tipo de sociedades para más adelante analizar en detalle todos los aspectos que configuran un sistema socioeconómico que se ha mantenido durante tantos años, pero que ahora se encuentra agotado, agónico, tambaleante, ahogado en sus propias contradicciones, perdido entre las tinieblas que él mismo, como fenómeno con vida propia, y sus defensores han creado. Ahora es el momento de esclarecer algunos de esos fenómenos parciales que dan lugar a ese fenómeno global al que entonces hacíamos referencia.

Fenómeno 1: El papel imparable de los medios
Los medios de comunicación  nacieron con el ánimo de informar de acontecimientos próximos o lejanos, al calor de algunos descubrimientos como son la imprenta y la retransmisión de la palabra (luego la imagen) a través de las señales electromagnéticas, pero inmediatamente se convirtieron en un instrumento fabuloso en manos de los que tienen el poder y el dinero para defender sus propios intereses. El progreso tecnológico ha convertido a esos medios en un monstruo a cuya influencia social es imposible ponerle límites.
Los mass media se han convertido en la mejor y mayor herramienta enajenante en nuestros días, más aún que las religiones y las sectas, aunque estas siguen teniendo una influencia nada despreciable. Están manejados para alienar, para propagar la mentira, para angustiar, para intoxicar y para meter miedo a la masa en nombre de otros. Evidentemente aquellos que hoy perduran están respaldados por potentes grupos financieros o por los gobiernos de turno. Su función sigue siendo la misma que cuando fueron capturados, pero ahora ya no necesitan recibir consignas: funcionan de manera autónoma. Sus actores convertidos en “estrellas” de radio o TV, tertulianos o redactores, constituyen una nueva clase privilegiada que goza de una elevada posición económica.
Dadas las dimensiones que los medios han adquirido, se han convertido en un fenómeno con vida propia que asfixian y que se repiten hasta la saciedad. Debido a ese enorme tamaño, ya consolidado, no les queda más remedio, para su propia supervivencia, que seguir con esa dinámica. Y esta es la parte negativa para ellos y para sus mentores. El desencanto, el lento descubrimiento de la mentira, el progresivo hartazgo de la noticia manipulada y la TV basura, puede acarrear cansancio sin que los que mandan puedan evitarlo.

Fenómeno 2: Las acciones imparables de los gestores del dinero
La fuerza de trabajo ejercida por tantos y tantas durante tanto tiempo, ha permitido acumular dinero no sólo entre los propietarios de los medios de producción, sino entre otros tantos sectores de una sociedad compleja, incluido el de los trabajadores de mediana y alta cualificación. En estos momentos nadie sabe con certeza cuál es la masa dineraria que se mueve por los circuitos financieros, ni que parte del dinero responde a la economía productiva o a la economía especulativa. La deuda, las nuevas emisiones de moneda y la especulación han generado una burbuja de dinero virtual que responde a la suma de los dígitos  que cada cual, ricos o pobres, tienen en sus cuentas corrientes y en los refugios o paraísos fiscales (en este caso sólo los ricos), pero sólo son eso, dígitos que no están respaldados por ningún elemento con valor real o tangible, por lo que es una realidad palmaria  que si cada uno de nosotros quisiera disponer del dinero contante y sonante de lo que aparece en nuestras cuentas o cartillas no habría ni para abonar el 1% del total.
En esa enorme masa de dinero, en su mayoría ficticia, se encuentran, además de las grandes fortunas, los ahorros en forma de planes de pensiones, o en otro tipo de depósitos, de gentes modestas. Los movimientos del capital están ahora en manos de gestores de los que algunos dicen que son más peligrosos que los propios psicópatas.
El afán de enriquecimiento de la mayoría de una sociedad enferma conlleva la optimización de las ganancias, lo que genera todo ese vendaval de movimientos de dinero llevados a cabo por individuos (profesionales o particulares) afectados de ludopatía. Esa delegación en este tipo de personas permite que ellos jueguen, incluso, con los ahorros de la población llana, pero este papel de los gestores es imparable e incuestionable porque su tarea sintoniza con la codicia de esta especie nuestra. He aquí otro fenómeno con vida propia. Los poderes políticos, incluso el poder real, nada pueden hacer para frenar este destructivo proceso que, sin lugar a dudas, nos lleva hacia un final poco halagüeño.
Los políticos y los “expertos”, sin ninguna posibilidad de intervención, nos distraen de esa cruda realidad hablándonos de la “crisis” como máscara de una situación que ni ellos mismos entienden, lo que nos lleva a la conclusión de que esto es algo más grave y más extenso que una simple crisis.

domingo, 20 de mayo de 2012

DEL CLIENTELISMO AL DESPRECIO Y A LA INDIFERENCIA


Los comportamientos destructivos llevados a cabo por una buena parte de los individuos de esta especie nuestra tienen su origen en la pobreza humana, o en el aún incipiente desarrollo intelectual. La desigualdad, la mentira o la venganza, por ejemplo, se han instalado en sociedades como la nuestra en espera de que las actuales capacidades mentales mejoren.
El poder es el refugio de quienes no encuentran otra mejor forma de relación con su entorno. El poder es la antítesis de la entrega o el servicio a los demás cuando, por ejemplo, se tiene que llevar a cabo una tarea de dirección o coordinación de grupos sociales, pero sólo son aquellos con mayor capacidad intelectual lo que así lo entienden. La mayor parte de quienes asumen una parcela de poder, por muy pequeña que sea, la ejercen, lo que les define como seres inferiores. La otra cara de la moneda de esa manera de enajenación, la complementaria, es la sumisión de quienes se someten a los poderosos. Ambas dimensiones son una manera fácil de caminar para sobrevivir, pero no para vivir intensamente.
Del poder cuelgan, entre muchos otros, comportamientos tales como el clientelismo, y sus antitéticos: la indiferencia y el desprecio; tan vigentes todos ellos en estos tiempos que corren.
El clientelismo se extiende a cualquiera de las actividades en las que se establece una relación de dependencia de unos que se someten a los que tienen algún poder. Estos les acogen con la condición de ser permanentemente controlados para que no se salgan del papel que les marcan. En cualquier caso, se trata de una especie de casino, como en tantas otras cosas, en el que algunos son agraciados, pero siempre con la comprobación previa de que serán personas dóciles a la vez que interesadas. Ese es el juego.
Lo que distingue a la indiferencia  del desprecio se resume a que en el segundo caso hay una manifestación de palabra o alguna acción de uno de los agentes implicados, el que desprecia, contra el despreciado. Sin embargo, en el caso de la indiferencia no se produce ningún tipo de manifestación o acción, lo que, a mi modo de ver, es un comportamiento más inhumano que el mero desprecio. La indiferencia mutila la comunicación, entorpece el progreso hacia posiciones intelectualmente más avanzadas y favorece a quienes desean mantener relaciones de poder y dominio. La indiferencia degrada como persona al sujeto que ignora y no al ignorado. En el marco de este sistema, no hay término medio, se pasa de la indiferencia al clientelismo, alimentando esa regla del casino en el que algunos son agraciados, aunque siempre suele recaer la suerte, como señalo, entre los más conservadores, entre los más maleables, entre aquellos que puedan hacer alarde del éxito, alimentando la ambición, la codicia, la envidia o el engaño. Al sistema actual le interesa que haya individuos distinguidos que constituyan una referencia para que el resto de los mortales crean que pueden alcanzar el estado del que gozan esos agraciados, lo que permite que desde posiciones, aparentemente inofensivas, se potencien esos vicios que alimentan al modelo.

El mundo al revés: el deseo de escribir “de gratis”
En la actualidad, tal vez siempre, un número incalculable de personas se ofrecen para escribir sin remuneración o compensación alguna, lo que me abre una puerta a la reflexión. Ante esta situación de “voluntariado”: ¿cuáles son los motivos por los que se actúa de esta manera?, ¿qué efecto produce entre quienes controlan los medios de difusión e, incluso, las editoriales?, todo ello cabe ubicarlo dentro del vasto campo de los comportamientos de los de nuestra especie.
Antes que nada quiero señalar que yo mismo soy ahora de esos que escriben por “amor al arte” y, por lo tanto, me veo en la obligación de justificar el porqué, o, lo que es lo mismo, explicar las razones de por qué lo hago, admitiendo que otros lo hagan por los mismos motivos.
En tiempos pasados, en ejercicio de mi profesión, he escrito, y mucho, para grandes editoriales, para organismos públicos o, incluso, para entidades privadas por lo que he recibido una contraprestación dineraria, a veces, muy elevada.  Ahora, rompiendo con la línea que llevaba a cabo en aquellos tiempos, me dedico a recoger en papel o, más intensamente, en registros digitales escritos que son el resultado del análisis de las situaciones que nos toca vivir, nada que ver con mis trabajos anteriores, aunque siempre ha permanecido de manera latente en mi pensamiento la idea de hacer lo que vengo haciendo ahora. Pues bien, en mi caso, al menos, el hecho de escribir, con el esfuerzo que ello supone, sin ningún tipo de recompensa material, se debe a un compromiso adquirido con la sociedad en la que me encuentro con el ánimo de aportar algún granito de arena que pueda ayudar a mejorar las actuales condiciones de vida. Es una manera de lucha como otras tantas por la igualdad, por la solidaridad y por el progreso bien entendido. Desencantado de la acción política en lo que conocemos, para entendernos, como izquierda, convencido de que la ayuda al desarrollo de otros mundos lejanos no resuelve los problemas, salvo el de  tranquilizar la conciencia  de uno o de una, me dedico a esto, abriéndome a los demás,  en lugar de buscar alivio en “refugios” evasivos.
Sin el ánimo de dar un diagnóstico certero, tengo que pensar que una parte de quienes bloquean la sección de colaboradores o de opinión, de las múltiples publicaciones en papel o digitales, sin que sean remunerados, lo hacen en busca de protagonismo inmediato, del futuro éxito o, lo que es lo mismo, por la posibilidad remota de incorporarse más tarde a ese exclusivo sector que se hace rico vendiendo su obra. El fenómeno del exceso de manuscritos tiene lugar también en las editoriales que, en contraposición, cada vez se van reduciendo en número, hasta que solo queden las más potentes, respaldadas siempre por otro tipo de negocios. Soy consciente de que existe una fina línea entre ese afán de protagonismo o deseo de éxito, y mi postura personal, pero así son las cosas, luego está el asunto de la “fe”, que en tantas ocasiones desplaza a la razón. El que no quiera creer que mi comportamiento no encierra ese afán de protagonismo, o de hacer “hucha”, que no lo crea, eso ya queda fuera de mi capacidad de convencimiento.
Frente a esa avalancha de noveles, aficionados o voluntariosos se encuentran quienes se encargan de admitir, seleccionar o dar curso a los escritos cortos  o a los manuscritos. Tal vez por ese desbordamiento de papel, o de bits debidamente ordenados, la flaqueza humana dé lugar a ese tipo de conductas que ponen de manifiesto lo más vil de este género, como es la indiferencia o el desprecio, lo que les convierte en mal educados, prepotentes, autoritarios o faltos de la humanidad que se requiere para convivir entre iguales. Porque enterarse se enteran de que algo les ha llegado cuando algún ingenuo les envía su misiva. Alguna experiencia tengo en esto porque cuando, a modo de ensayo, he comunicado con alguna persona, por lo general para dar y no para recibir, y ha hecho oídos sordos, basta con que vuelvas a la carga con algo de agresividad controlada y comedida para que rápidamente “salten” para defenderse de ese nimio ataque en el que le señalas simplemente que no responde a tus mensajes. En fin esto daría de sí para un extenso tratado.

Lo que se hace gratis no interesa
El otro día hablaba de estos asuntos con un amigo que me abrió los ojos, no había caído en la cuenta de que las cosas pudieran ser como él me decía con claridad meridiana.
Yo le decía que  en otros tiempos estaba acostumbrado a que las editoriales o los organismos para los que escribía me “exigieran” que publicara con fechas señaladas y cumpliendo plazos. Continuaba diciéndole que no entendía esto de que, en apariencia, te hacen un favor cuando te publican algún artículo a pesar de que se hace  sin ningún tipo de remuneración. Además, me quejaba de que socialmente este tipo de trabajo se valora poco aunque lo que se diga tenga interés (en estimación  del que lo escribe), se esfuerce el autor en   profundizar en el contenido o se esmere en la forma de comunicarlo.
A lo largo de la conversación mi amigo me dijo, intentando buscar el motivo de mis quejas, que tal vez esto ocurre porque lo que se hace gratis no interesa. Sabias palabras que recogen de manera sencilla la idiosincrasia de una sociedad acostumbrada a pagar por lo que consume o utiliza.
No cabe duda de que ese comentario ha influido en mi “afición” por trabajar de esta manera, lo que me lleva a escribir este artículo y a replantearme todo este asunto.
En esa línea que llevo a cabo, mediante la cual cada vez reduzco más el número de personas a las que me dirijo, haré el envío a título individual en función del contenido de lo que escriba. No obstante, cada vez que se me ocurra algo lo “colgaré” en ese modesto Blog en el que permanecerá hasta que la técnica dé un cambio radical a la manera de almacenamiento de datos.
En una última reflexión, sólo me queda decir con cierta tristeza que este mundo de la literatura, en sus variadas acepciones y formas, queda reducido en este tipo de sociedades, totalmente mercantilizadas, a un selecto número de agraciados que viven de ello, siendo conscientes, o no, de que son instrumentalizados por los que tienen el poder y el control sobre un colectivo en el que cada día se potencia más y más esa indiferencia que tanto perjudica a unos y a otros. 

miércoles, 9 de mayo de 2012

ENCUENTROS O DESENCUENTROS EN LA QUINTA FASE


Por nuestra cuenta, aunque no nos faltan razones para ello, hemos establecido cuatro fases previas a lo que puede suceder a corto plazo, o a lo que ya, de alguna forma, estamos viviendo. En un artículo anterior (http://www.nuevatribuna.es/opinion/antonio-jose-gil-padilla/2011-06-12/evolucion-del-capital-y-conflictos-sociales/2011061218101200127.html) decíamos que la evolución del capital ha pasado por cuatro etapas, a las que de forma esquemática denominábamos: Plusvalía, consumismo, deuda privada y deuda pública. En cada una de ellas, el propósito casi exclusivo es el de la obtención de beneficio individual rápido. Las diferentes etapas han sido marcadas fundamentalmente por la evolución del poder económico.
La, por entonces, burguesía naciente, con un potencial económico considerable, fue maquinando un modelo político que le diera cobertura. Por este motivo, el poder político siempre ha estado y estará sometido al poder económico que es el poder real, salvo en el hipotético caso de un sistema de economía estatalizada donde ambos poderes se confundieran. A lo largo de la Ilustración se fue fraguando ese modelo basado inicialmente en el Concepto Racional Normativo que dio pie a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, porque el nuevo sistema económico necesitaba hombres que se sintieran libres, a diferencia de la dependencia del plebeyo o del esclavo.
El actual modelo "democrático", a pesar de estar configurado para establecer una  clasificación social, adquirió credibilidad entre las capas populares. Por una parte, era una alternativa a los modelos autoritarios de comienzo del siglo XX; por otra, los políticos, por lo general, solían ser gentes ilustradas, lo que les concedía credibilidad entre las masas. A finales del siglo anterior se inicia un proceso de descrédito de los partidos políticos y de sus dirigentes. Berlinguer como líder comunista o Miterrant como representante de la Socialdemocracia marcan el final de una etapa de políticos comprometidos o de cierto calado intelectual. Ahora nos encontramos con peleles como este que nos gobierna en España que en una misma frase dice una cosa y la contraria: “No subiré el IVA, pero si tengo que hacerlo lo haré”. En Alemania una mujer de corte hitleriano se empeña torpemente en arruinar las vidas de la clase trabajadora de toda Europa. Los gobernantes son eliminados a pesar de haber vencido en elecciones “democráticas”, es el caso de Berlusconi y Papandreu. En Francia pierde un acomplejado y gana un funcionario del Partido Socialista. En Grecia el reparto de escaños hace de aquello un país ingobernable. Tanto en Grecia como en Francia la extrema derecha se convierte en una fuerza política a tener en cuenta. El modelo político, pues, vemos como sufre un deterioro galopante. Una parte importante de los individuos de sociedades como la nuestra aún participa, votando a los que antes eran oposición para que pierdan los que antes gobernaban, es decir, que se vota a la contra. En nuestro país, un tanto peculiar, el PP mantiene una franja del electorado que vota incondicionalmente por ideología, porque en ese partido está incluida la extrema derecha, y, además, porque mantiene una estrecha relación con la Iglesia católica, herencia adquirida de la Dictadura.
Si nos fijamos, a la vez que el sistema de explotación capitalista se agota, dando lugar a una etapa, que pienso es de transición, las superestructuras que lo sostiene también han entrado en un proceso de descomposición. En estos momentos tan inciertos, la situación económica camina al margen de la organización política, es decir, ese modelo “democrático” ya no les hace falta para mantener la “paz social”, aunque los gobiernos de turno hacen todo lo posible para contentar a los de arriba.
En esta situación de caos ya da igual hacer o decir lo que se quiera, se ha perdido esa prudencia de los poderosos para preservar su poder, su posición o su riqueza. Hoy día se puede decir sin miedo que un tipo se ha jubilado con una indemnización de 54 millones de euros y que, además sigue activo dirigiendo otra entidad financiera distinta. Esa vacuna a la que me refiero en otros artículos, nos ha inmunizado, la sociedad está preparada para todo lo que se nos venga encima. Pero este estado de cosas tiene un peligro para los desaforados, para los ambiciosos. En algún momento, pienso yo, la calma, esa paz social que nos ha mantenido mansos durante tanto tiempo, se puede romper, porque los acontecimientos se desencadenan a tal velocidad que cada vez son más los sectores que pasan al terreno de la exclusión. La ausencia de organizaciones políticas que canalicen un proceso de cambio hará que la reacción, de producirse, sea desordenada. Una juventud sin futuro, un paro galopante, una clase trabajadora asfixiada y depauperada y unas pensiones de miseria frente a la acumulación de la riqueza en unos cuantos tiene que  desembocar, antes o después, en algún tipo de reacción. Las guerras con armamento hoy día no son viables porque el mundo quedaría hecho un solar en el que no cabría la subsistencia de nadie, por eso la guerra actual es una guerra económica, una acción del poder para eliminarnos por la vía de la pobreza, pero deberían tener presente que en una guerra siempre hay dos bandos que tarde o temprano entrarán en juego. Los poderosos deberían tener en cuenta que también son mortales, vulnerables a la acción de justicia de los que les sirven o de aquellos de quienes se aprovechan  sin pudor.
A los ricos, a los ambiciosos, a los que muestran ese desmedido afán de enriquecimiento no les queda mucho más margen de maniobra en el marco de este sistema porque han quemado todas las etapas posibles. El mercado del dinero que ahora funciona  no puede consolidarse, no es viable en un mundo de más de 7.000 millones de habitantes.
En consecuencia, a mi entender, sólo quedan dos posibles salidas de esta situación de transición. La primera, a imagen de los que ocurre ya en ciertas zonas del planeta, se materializaría en la desaparición de lo que se conoce como clase media, dando lugar a la bipolarización de clases. Por un lado una clase pudiente con un alto nivel de consumo, de un consumo sofisticado de productos fabricados en esos nuevos países de economía emergente; por otro, unos amplios sectores depauperados, sin capacidad adquisitiva para sobrevivir con un mínimo de dignidad. En estas circunstancias no es necesaria una estructura política al estilo de lo que tenemos ahora, el modelo “democrático” sería innecesario. El orden social se mantendrá a basa de un aparato represor potente pagado por los de esas clases privilegiadas. En este caso los posibles brotes de violencia, por insignificantes, serían sofocados sin consecuencias para los de arriba.
 La segunda posibilidad, la que gran parte de la sociedad desearíamos, sería consecuencia del abandono de actos inocuos como las manifestaciones pacíficas, las huelgas insustanciales y demás acciones al uso, por actos que de verdad dañen a los que ahora se empeñan en someternos a toda costa, es decir, perder el temor para meter miedo a los de arriba. De alguna forma, debido a la inseguridad, a la inestabilidad y al desasosiego ya se ha iniciado  una cierta la agitación social que irá en aumento. Si esa agitación social se potencia y se canaliza podría dar lugar a un cambio a favor de los menos privilegiados. Si se fuera capaz de llegar a tiempo se podría parar este proceso de desatinos y de abusos. Para ello, sería necesario un rechazo generalizado del modelo político actual, aprovechando el camino de descrédito que él mismo ha emprendido,  elegir a unos verdaderos representantes del pueblo cuyo ideario se basara en la igualdad y en la solidaridad y reaccionar ante unos medios de comunicación alienantes.
En nuestras manos está. Si dejamos que esto continúe, retrocederemos en el tiempo, aterrizando en un sistema de corte estamental. Por el contrario, si fuéramos capaces de reaccionar, enfrentándonos con eficacia a la situación que sufrimos, podríamos caminar hacia una verdadera democracia del pueblo y para el pueblo.
Que el propio  lector valore cuál de las dos opciones tiene ahora más posibilidades.

sábado, 5 de mayo de 2012

DE QUÉ SIRVEN LOS LAMENTOS


La proliferación de medios de comunicación de toda índole, y la facilidad de acceso a todos ellos, tiene ahora más que nunca una influencia capital en el modo de vida de los individuos de sociedades como la nuestra. La multitud de acontecimientos de carácter económico o político, por ejemplo, conviven en perfecta simbiosis con todos esos medios. La abrumadora información llega por todos los lados y a todas horas, es casi imposible aislarte.  Te despiertas por las mañanas con la radio y antes de bostezar un par de veces ya te han contado en varias ocasiones aquello que se repetirá hasta la saciedad antes de que regreses por la noche de nuevo a la cama. Luego echas un vistazo a la prensa escrita que te cuenta las mismas cosas. Vuelves a oírlo de nuevo en los informativos de varias cadenas de TV. Abres Internet y más de lo mismo. Desde una óptica esperanzadora, pienso que a la larga una buena parte de la sociedad terminará harta, yo ya lo estoy. Cuando la radio comienza a sonar a eso de las ocho me apresuro para darle al botón de “stop”; no compro periódicos en los quioscos; ya apenas veo TV; dedico un tiempo discreto a seleccionar las noticias en algunos diarios digitales de Internet. Y, sobre todo, elimino sin abrir los mensajes que por  email me llegan cargados de lamentos. Se me antoja que pueda ser ésta la manera más eficaz de combatir contra las intenciones de aquellos a los que se les ha encomendado que nos  adocenen y nos distraigan de nuestra realidad, o de huir de la ingenuidad de algunos que se conforman con propagar la inmoralidad o la desdicha.
¿De qué sirven tantos lamentos, o tanta información ante la que el espectador, oyente o lector nada puede hacer? ¿Alguien se ha parado a pensar que función cumple tanta queja a través de algunos medios de comunicación y, en particular, vía mensajes del correo electrónico? Que si el director de RTVE será nombrado directamente por el Gobierno del PP (es el último que me ha llegado, del que sólo he leído la cabecera), que si una carta de un funcionario denunciando las agresiones y los recortes, que si los hijos de los políticos ocupan puestos por enchufe, que si las cacerías del monarca cuestan una “pasta”, que si Urdangarín se ha apropiado indebidamente de un montón de millones, que si los políticos deberían rebajarse el sueldo, que si los actuales gobernantes mienten, etc., etc., etc.
Bien, todo ello es cierto, pero qué valor tiene que se nos recuerde con tanta asiduidad, sobre todo a quienes ya lo sabemos, a los que sabemos que estas sociedades están montadas sobre la injusticia y la desigualdad. ¿Qué se puede hacer cada vez que se te muestra una información de este estilo?, porque nunca te lo dicen, nunca te dicen qué acciones hay que llevar a cabo para combatir lo que se censura. ¿Saben los autores que lo más positivo que pueden originar es la frustración y la desesperación de unos cuantos?
¿Cuál es la otra cara de este tipo de actuaciones? ¿Perjudica esto a los que tienen el poder, a los que llevan a cabo todo tipo de tropelías? La respuesta a la última pregunta: en absoluto. Si así fuera buscarían la forma de evitar su difusión o de perseguir a los que lo generan. Los que gobiernan ahora se curan en salud con un factor de seguridad exagerado. Por ejemplo: tienen decidido, por lo visto, establecer normas para castigar a los que convoquen cualquier tipo de acto por las “redes”, algo tan aparentemente inocuo. Los desordenes callejeros, dicen, serán equiparables a actos terroristas.
Sin embargo, todo esto que se hace desde una doble vertiente, la simple información o la mera denuncia, sí que tiene consecuencias de lo más negativo. Supone la aceptación progresiva de esos impúdicos hechos, sin ir más allá de la ingenua satisfacción del receptor por el exclusivo conocimiento de lo que se cuenta. Es como una vacuna con la que nos vamos autoinmunizando, que nos va preparando para que vayamos asumiendo acontecimientos cada vez más escandalosos. A este tipo de información, a modo de denuncia, los periódicos de mayor tirada, todos en manos de la derecha, lo convierten en noticias sensacionalistas con el motivo principal de vender más ejemplares. Los programas televisivos supuestamente más críticos se regodean y se burlan, aunque de una manera “dulce”, de los actores de los desatinos y de las corrupciones,  con el ánimo de aumentar o consolidar una particular audiencia. La abundancia de mensajes de lamentos vía Internet es el consuelo de quienes se autoerigen en defensores de causas justas, pero desde el desconocimiento del suelo que pisan. A estas alturas aburren y, en ocasiones, se reenvían por la facilidad de la tarea, pero no despiertan ningún tipo de rebeldía; a lo sumo, como he dicho, generan frustración e impotencia, aunque, bien es cierto, que  cada vez menos. Son simples válvulas de escape. Yo, en mi línea, ya me niego al reenvío.
Los lamentos, junto a otras actuaciones, como las manifestaciones en la calle, no producen  ningún tipo de inquietud entre los que mandan; las admiten porque no hacen ningún daño, ni atenta contra sus intereses. Es la concesión de un espacio acotado y vigilado para el desahogo y el desfogue de la “plebe”. Las acciones deberían caminar por otras vías que fueran más agresivas contra los que abusan de una sociedad mansa. Mientras tanto habrá que recurrir a los clásicos: “Cuando la tristeza por la condición humana te conduzca a la oscuridad, suaviza tu ánimo y piensa que más merece quien se ríe del género humano que quien de él se lamenta” (Lucio Anneo Séneca, 0035).
Cuando lees estas cosas escritas hace casi 2000 años, junto a la actual falta de alternativas a una situación tan sangrante como la que padecemos, es inevitable pensar que el determinismo juega un relevante papel en la trayectoria de esto que se conoce como humanidad. ¿Habrá que esperar mucho tiempo a que las leyes naturales nos ayuden a mejorar nuestras actuales condiciones de vida?

miércoles, 2 de mayo de 2012

PINTURAS





De vez en cuando es conveniente abandonar la lectura y recrearte con la simple mirada. Estos son algunos dibujos míos. Los cuadros de un aficionado que hace bastante que no coge los pinceles, aunque a veces se sienta la pulsión de hacerlo. 






Godoy (Villaviciosa de Odón)
Imagen de Brujas (Bruselas)

Una calle de Toledo

Panorámica de Toledo

Fachada de Santiago

Canales de Brujas

Palacio de mi pueblo

Pueblo y cielo imaginario