viernes, 31 de julio de 2020

LA NUEVA NORMALIDAD. LA ACTUAL SITUACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA EN ESTE PAÍS

La idea básica sobre la que descansa este nuevo relato consiste en caracterizar esa “nueva normalidad” de la que nos hablan, lo que nos cuentan de ella, y ofrecer mi visión de lo que  este último acontecimiento aporta a nuestras vidas, y de lo que es el día a día de los ciudadanos de a pie.

Pero veo las noticias en TV y aparece un espectáculo que da prioridad al esquema inicial y, por lo tanto, trastoca por completo el  desarrollo de esa idea y sus argumentos.

 

Un hecho destacado, que no es nuevo, en esa nueva normalidad

Un Jefe de Estado en una Catedral con toda una recua de curas ataviados con sus mejores galas, totalmente alejadas de la indumentaria habitual. Esto ocurre en un país cuyas leyes dicen que es aconfesional, que por miedo no se dijo, en su día, con nitidez, que era laico. Una ceremonia para exaltación de la iglesia católica y para intentar limpiar una institución, la monárquica, inmersa en asuntos de corrupción. Un acto ritual en torno a un dios inexistente. Un acto propio de épocas prehistóricas más próximas al homo erectus que  a la era digital. Un rito basado en la mentira y la manipulación. En realidad, esto forma parte de esa nueva normalidad, utilizando las mismas herramientas de siempre, aunque ahora de forma desesperada.

En coherencia con mi concepción de la vida, he apagado el aparato que retransmitía el esperpento, pero no cabe duda de que influye en la línea argumental del escrito porque me indigna que se ofrezca esto a una sociedad moderna y, lo peor, que esta sociedad lo tolere.

En ese marco de incertidumbre para todos y todas, para todos los estamentos e instituciones, comienzan a aparecer noticias sobre las “presuntas” corrupciones del anterior Jefe del Estado. Acusaciones y pruebas que no dan lugar a dudas. Entonces entiendo el acto religioso, incluso el posterior acto laico, y el periplo del actual Rey por la geografía de este país. La monarquía es una institución medieval que está fuera del espacio y del tiempo de un mundo globalizado y digitalizado. ¿Será que se encuentra en crisis? Un leve empujón la haría desaparecer de esta castigada tierra, pero ¿quién tiene poder, capacidad y voluntad de hacerlo?

 

Es indiscutible, como he señalado, que estas cosas que hemos relatado caben en esa “nueva normalidad”, como cabía en la anterior. En eso poco hemos cambiado porque cuando es la sinrazón la que triunfa, no queda otra que relajarse, resignarse y confiar que en el futuro esto pueda cambiar, porque hay que pensar que, hoy por hoy, la norma eclipsa la capacidad de pensar. Y es la norma la que manejan los de arriba a su antojo.

 

La nueva normalidad

Por lo tanto, retomando el esquema primitivo, hablaremos, tras la influencia de la pandemia, de la nueva normalidad trufada por las corrupciones en las instituciones, y por la utilización de las liturgias ancestrales que perduran. No cabe duda que todo ello conforma, de alguna manera, un todo que influye en la actual situación social y política de este país, tal vez de otros muchos.

 

Lo de la nueva normalidad, una normalidad impostada, o de laboratorio, tiene más de nombre que de contenido. Después de una larga temporada de confinamiento e incertidumbre, comenzó una “desescalada” para aterrizar en esta nueva etapa en la que perdura la incertidumbre, la inseguridad y el miedo. Las nuevas normas se concretan, más o menos, en el uso de mascarilla, el distanciamiento y la limitación de aforo en tiendas y locales de ocio. Pero como es imposible asignar un vigilante por ciudadano, no hay forma de controlar el comportamiento de los individuos. Así que afloran nuevos casos, lo que llaman rebrotes, aunque no nos cuentan la gravedad de los nuevos infectados.  

Sería difícil concretar en una sola palabra la actual situación, pero el término que lo caracteriza es el de incertidumbre. Si bien es cierto que es una característica que se viene observando en las décadas anteriores, ahora se manifiesta en grado sumo.

 

Algo de historia

No es el lugar este de adentrarse en las épocas de las monarquías decadentes para nuestro análisis de la etapa más reciente. Si arrancamos de la segunda República, observamos una España, políticamente, dividida. Y más que políticamente: ideológicamente. Aunque sea una ideología rústica, lo que caracteriza a estas tierras y, como ha ocurrido a lo largo de la historia, nos aleja de otras zonas de Europa donde las condiciones de vida, hasta el momento, son más favorables para la clase trabajadora.

Es, tal vez, en esa etapa republicana, o mejor, en la última etapa con el triunfo del Frente Popular, cuando el Gobierno estaba del lado del pueblo. Pero el Gobierno era frágil. Su victoria no fue aplastante, por el contrario ganó por muy poco a la derecha, defensora de la por entonces oligarquía, básicamente rural.

Desde entonces no hemos levantado cabeza. La larga y sangrienta dictadura desembocó en una confusa etapa, a través de un proceso que se conoció como transición, siempre con el temor al golpe de mano de las fuerzas armadas, sin que sepamos con certeza si finalizó o aún estamos en ella. De lo que no cabe duda es de que las sombras de esa etapa autoritaria perduran en políticos de antes y de ahora, en los medios de comunicación, en ciertas capas sociales y en las instituciones. Evidentemente, los pertenecientes a la oligarquía han cambiada de caras, pero siguen siendo tan carpetovetónicos, cavernícolas y reaccionarios como siempre.

Toda la lucha del PCE se esfumó. Fue absorbida por ese amago de democracia, concretándose en un puñado de Diputados.

Los primeros años de esa transición, con Gobiernos débiles, vivimos atemorizados, como digo, por un ejército de tradición golpista. Tuvo que venir en el 82 un impostor que en uso del populismo, la mentira y el apoyo financiero de fuera calmó a los poderosos, garantizándoles que estaba de su parte.

 

La actual situación (excluida la económica)

Como consecuencia de un proceso imperfecto, con la construcción de una democracia nominal, nos encontramos en una situación compleja, al margen de los últimos acontecimientos.

 

Monarquía

La Monarquía es una forma de Estado impuesta en ese marco de temor, pero hoy día se me hace anacrónica, como al resto de los ciudadanos, salvo a un puñado de nostálgicos que forman parte de ese foco de corrupción y comisionista. Cierto que tras sacar a la luz la trayectoria impúdica y delictiva del anterior titular, la institución está más cerca de su desaparición que cuando fue implantada por el Dictador. Puede suceder que en todo este maremagno sea la primera cosa que desaparezca en aras de la razón.

 

Judicatura

A pesar de la adaptación a situaciones de países de nuestro entorno, en este país sufrimos un “poder judicial” más propio del anterior régimen político. Si bien es cierto que en algunos aspectos nos hemos modernizado, los jueces y fiscales no lo han hecho, convirtiéndose en la fuerza política más reaccionaria (porque, indiscutiblemente, juegan un papel político), aplicando distintas varas de medir según sea el acusado. Un buen ejemplo, visto desde el punto de vista de un opositor al independentismo, lo encontramos en las injustas sentencias de los políticos catalanes encarcelados. El acceso a estos puestos de trabajo es aberrante, como lo es a cualquiera de los otros puestos de la Administración. Por eso, los jóvenes que acceden son adiestrados por los viejos y conservadores juristas.

 

Fuerzas armadas

Otras instituciones a las que se les “dora la píldora” son: el ejército, las policías y la guardia civil. Funciones demasiado halagadas por propios y extraños. Los políticos, sea cual sea su posición ideológica, ensalzan la tarea de aquellos cada vez que tienen oportunidad. Entre ellos, los políticos, y los medios de comunicación, intentan crear una corriente de opinión que cala en amplios sectores sociales. ¿Será por miedo?, ¿es una desgraciada herencia de un régimen dictatorial, sustentado en esas fuerzas?

Entre los miembros de esas instituciones habrá de todo, pero, según encuestas, la mayoría votan a lo que se conoce como derecha o extrema derecha. Desde la óptica de las capacidades, no se distinguen por su brillantez intelectual. Por unas cosas o por otras se mantiene un cierto aparato policial que atemoriza, alejado de lo que serían unas instituciones implicadas en la problemática social y protectoras de una ciudadanía que les reconociera con respeto y no por su autoritarismo.

 

Universidad

Otra de las instituciones sobrevalorada es la universidad, en todas sus modalidades, sean públicas o privadas. Los profesores se convierten, por la magia de los medios de comunicación, en expertos sea cual sea el tema a tratar. Así se crea una rutina que se le ofrece a una ciudadanía aturdida, como si eso que cuentan fuera el camino único y verdadero. Bueno, a esa retahíla de improvisados expertos de universidad se unen otros elegidos de los que daremos cuenta más adelante.

La Universidad es una de las instituciones más corruptas del panorama español. Decir esto en público me ha acarreado más de un problema de relación con amigos, quizás, ahora, examigos. La endogamia, el clientelismo, el corporativismo, la prepotencia y la soberbia la he sufrido en carne propia y en otros miembros de mi familia. Con carácter más general que particular, piénsese, por ejemplo, en el caso de los Másteres de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Que también, ¡vaya nombre! Supongo que estarán pensando en cambiarlo, dadas las circunstancia.

Sin embargo, por desconocimiento, y por la manipulación de los medios, goza de un inmerecido reconocimiento social.

Su realidad es que la tarea, la de formar profesionales de alta cualificación (en teoría), está anclada en la práctica de las universidades medievales. El esquema formativo se reduce a la exposición netamente teórica del docente, la toma de apuntes del alumnado, la memorización de los apuntes y el examen-castigo. Pura memorización y obediencia. Nada de desarrollo intelectual y profesional, organizado en coherentes procesos de aprendizaje. Desde la óptica participativa, totalmente antidemocrática. El poder en manos del docente que otorga aprobados o castiga con el suspenso.

 

Medios de comunicación

Si algo faltaba, ahí tenemos a los medios de comunicación, convertidos en el centro de la información. Potente instrumento de manipulación en manos de la oligarquía. La realidad, lo que existe para los amplios sectores sociales, es lo que está en los medios. Queda una pequeña rendija ocupada por lo que se conoce como “redes”, utilizadas, generalmente, para la zafiedad y la insensatez. Alguna participación dedicada a la denuncia carece de fuerza por el corto alcance de su visualización, y por la falte de medios capaces de influir en la marcha del sistema.

Los informativos canalizan la información a gusto del Poder. Ya no es necesario que día a día les pasen la nota de lo que tienen que decir. Han colocado a individuos que tienen aprendido el papel de la manipulación y el susto para poder manejar mejor a la ciudadanía. Este año toca el Covid 19. Los incendios, el cambio climático y la violencia de género han pasado a mejor vida, o a un segundo plano. ¡Y qué decir de las tormentas solares! Asusta más lo del virus porque puede afectar más directamente a  la persona.

Luego están esos y esas tertulianas (os) de plantilla, de baja talla intelectual, que rotan de cadena en cadena, haciendo caja.

Se detecta unos medios y unos analistas que quedan fuera de los grandes mass media, y que son críticos con ellos. Pero resulta que ese grupito, que piden ayuda económica para su mantenimiento, es un sector cerrado, sin posibilidad de participar en ellos. Aquí también son presa de la endogamia, y funciona el amiguismo. De cualquier forma, venga la propuesta y la crítica de ese pequeño sector, o de los independientes que se atreven a participar en este juego del pensamiento crítico, su influrncia es absolutamente nula. No se cambia un modelo o un sistema, por muy podrido que esté, por medio de la palabra escrita.

  Conclusión

Así las cosas, concluimos que éstos son malos momentos para la humanidad, sobre todo para los que están abajo. Que, particularmente, en este país nuestro, incluido en este generalizado capitalismo salvaje, yo añadiría que agotado el sistema y aquejado de fuertes dosis de patologías mentales, no gozamos de la situación de libertad y participación de países vecinos. Que conservamos las huellas de la Dictadura. Esos miedos y esa ignorancia ancestral que nos ha distinguido desde, al menos, mediados de siglo XIX.


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